Repasemos. A estas alturas ya hemos tocado varios puntos a la hora de crear un personaje: comenzamos con el alineamiento y continuamos en una segunda entrega con los antecedentes, las motivaciones y el rol activo/pasivo. Pero por ahora hemos estado hablando de cómo crear nuestros personajes independientemente del medio; hemos tratado cuestiones que nos serían de utilidad tanto para una partida de rol, como para un largometraje, una obra de teatro, o, por supuesto, darle vida en papel. El paso que vamos a dar ahora implica reconocer nuestro medio de expresión y distanciarlo del resto. Es momento de plasmar nuestros personajes en papel; para ello tenemos dos maneras bien diferenciadas: directa (decir) e indirecta (mostrar).
Directa (decir)
Se basa en descripciones minuciosas y ajustadas. Es muy útil en determinados momentos en los que deseamos dejar claro algún aspecto de los personajes, sea este físico, moral, social etc… También es una forma usual de introducir algún personaje. Yo personalmente prefiero no abusar, aunque tampoco conviene limitarnos, sino más bien saber reconocer la mejor opción en cada momento.
Os dejo un ejemplo extraído de Fafhrd y el ratonero gris: Las mujeres de la nieve, de Fritz Leiber:
“Un hombre alto, delgado y de bigote negro, con un turbante también negro y un chaquetón negro y enguatado, apostado junto a una columna de corteza basta y escarchada de la Sala Divina, dejó de contemplar la escena y echó a correr hacia la mujer. Al avanzar rompía la costra de nieve, pero sus fuertes piernas lo impulsaban enérgicamente. Redujo el ritmo, asombrado, cuando una figura esbelta, alta y blanca, que corría a tal velocidad que parecía ir sobre esquís, lo adelantó tan rápidamente que comparado con ella se sintió inmóvil. El hombre del turbante supuso que sería otra mujer de la nieve, pero al observar que llevaba un jubón de pieles en lugar del pellón, dedujo que debía de ser un hombre o un joven del clan, aunque era el primero que veía vestido de blanco.”
Como habéis podido apreciar se describen de manera directa dos personajes, tanto aspectos físicos como sensaciones o pensamientos.
Indirecta (mostrar)
Hace un mayor uso de los diálogos y las acciones para mostrarnos al personaje, dejando un poco al lado la descripción. Podemos creernos lo que el autor nos cuente de un personaje, pero si hay algo que lo definirá, que nos llegará, será su forma de actuar durante la historia, así como su forma de tratar al resto de personajes o al mundo que le rodea.
Os dejo un ejemplo extraído de Ruido de fondo, de Don Delillo:
“No era la Muerte quien se encontraba ante mí, sino tan solo Vernon Dickey, mi suegro.
—¿Me había dormido? —preguntó.
—¿Qué estás haciendo aquí fuera?
—No quería despertaros.
—¿Sabíamos que venías?
—Yo mismo no lo supe hasta ayer por la tarde. He conducido sin parar. Catorce horas.
—Babette se alegrará de verte.
—Lo supongo.
Entramos y puse la cafetera al fuego. Vernon se sentó a la mesa sin quitarse su ajada cazadora vaquera y se puso a jugar con la tapa de un viejo Zippo. Mostraba el aspecto de un mujeriego inveterado en el ocaso de su carrera.“
En este caso la narración es en primera persona, y mediante la conversación podemos ver cómo es la relación del protagonista con su suegro: algo fría, distante, caracteres incompatibles. Incluso con una única frase de Vernon ya sabemos bastantes cosas sobre él: impulsivo, descuidado, pero autosuficiente. Incluso la última frase es una valoración del protagonista, una expresión personal al ser en primera persona y no en tercera. Es fácil advertir las diferencias.
Antes de continuar escogeremos un personaje de los anteriores artículos para utilizarlo como ejemplo a partir de ahora. Será nuestra plantilla, nuestro pequeño muñeco vudú. ¿Qué os parece este?
Marcos
Estudiante de matemáticas
Repartidor de comida china
Alineamiento: Legal malvado.
¿Por qué estudia Marcos matemáticas? / Antecedentes y motivaciones
Marcos tiene una gran capacidad para las matemáticas. Se siente muy cómodo con todo aquello que tiene unas normas y se debe a una lógica, parámetros, patrones etc… Le fascinan sobre todo las matemáticas abstractas; disfruta destripando problemas y llegando a comprender el funcionamiento de todo. También es especialmente bueno con las máquinas. Por norma general está más a gusto con máquinas que con otras personas. Por otra parte, pretende acabar trabajando como gestor de inversión o investigador de mercado.
¿Por qué trabaja Marcos como repartidor de comida china? / Antecedentes y motivaciones
La familia de Marcos es pobre, odiosamente pobre, cosa que Marcos no perdona a su padre al que considera un perdedor; ya que en el pasado pudo solventar los problemas económicos de la familia haciéndose el sueco en un juicio de responsabilidad civil; su padre decidió cargar con la culpa y no solo tuvo que pagar una importante suma, sino que también perdió el cargo que ostentaba en su empresa por tener relación directa con el asunto en cuestión, desde entonces ha dado tumbos y no ha logrado encontrar un trabajo que devuelva a la unidad familiar a su nivel de vida anterior. Marcos respeta algo más a su madre, ya que la considera una persona sin opciones debido a su falta de estudios, no obstante valora su determinación y su capacidad para amar la lectura, el arte y todo aquello que de una manera formal no le han transmitido. A su padre también achaca cierta indolencia y conformismo con su situación actual. Por todo esto, para pagarse sus estudios y poder medrar coge el trabajo que sea necesario (y la situación es mala), así que lleva unos meses como repartidor. Marcos es bien parecido, y podría haber optado por un trabajo nocturno mejor remunerado, pero prefiere mantener sus hábitos diurnos y su rutina de estudio para asegurarse las mejores notas posibles y conseguir estar pronto tan arriba como desea.
¿Qué opinión tenía Marcos de su padre antes del juicio? / Antecedentes
Lo consideraba débil. Marcos siempre ha sido un chico introvertido, pero no por ello ajeno a lo que le rodea. Su capacidad para socializar es pobre en ocasiones; pero por falta de empatía e interés. No obstante, es bueno observando e interpretando como se relacionan los demás; y siempre ha considerado que su padre ha sido demasiado fácil de convencer de cualquier cosa regalándole la oreja. Además, Marcos considera que cada uno tiene lo que merece. De pequeño fue uno de esos niños que no se mete en problemas, pero que sabe evaluarlos y sacar de ellos tajada a ser posible. Si no se imponía en la jungla del colegio concertado en el que estudió por métodos físicos era porque siempre fue de constitución delgada y poco dado a la confrontación directa; aun así, entiende que hay cierta justicia en que el más fuerte se haga escuchar con sus puños sino lo consigue con palabras.
¿Cuál sería su reacción ante la situación planteada en el primer artículo? ¿Se intentaría aprovechar de la situación? / Rol activo/pasivo
Marcos no tiene interés, en principio, en formar parte de nada que le mantenga apartado de su objetivo principal. No obstante, no dejaría pasar la posibilidad de inmiscuirse en un asunto que pudiera reportarle unos beneficios más que necesarios para seguir estudiando, máxime si ello conllevara una reducción de su jornada laboral y, por lo tanto, la posibilidad de poder dedicar más tiempo a perseguir lo que desea.
¿Podríamos decir por tanto que Marcos es un personaje activo o pasivo? / Rol activo/pasivo
Aunque en el ejemplo anterior pudiera parecerlo, nada más lejos de la realidad. La omisión de Marcos solo se debería a puro interés. Es más, por sus antecedentes parece bastante claro que podría haber optado por un rol activo, ya que ha observado, tanto en su vida familiar como escolar, que quien consigue lo que desea es quien toma las riendas de su destino. No debemos confundir un rasgo de personalidad, como ser taimado, observador o reflexivo, a una falta de determinación.
Podemos continuar. Con nuestro repartidor en mente, abordaremos cuatro formas de plasmar los rasgos de nuestros personajes, ya sean utilizadas estas de manera directa o indirecta. Son: acción, habla, apariencia y pensamiento.
Acción: La acción es quizá la forma más fácil de mostrar y no decir. Se dice que somos lo que hacemos y la afirmación no carece de razón. Normalmente cuando un personaje se compromete a ser él y solo él es tomando una decisión, y la mayoría de las veces esta toma forma de acción (a veces de inacción).
Os pondré un ejemplo de La tumba de Huma, de Margaret Weis y Tracy Hickman; un extracto que se me quedó grabado y siempre logra erizarme la piel:
“El cielo se vació durante un momento de criaturas siniestras hasta que el dragón surgió abruptamente por el borde del parapeto, lanzando estruendosos rugidos que hicieron estallar los tímpanos de Sturm. Le mareaba el aliento del reptil, le dolía la cabeza de forma irresistible. Aunque se balanceó un instante, logró mantener el equilibrio y arremeter con su espada. La vetusta hoja abrió un surco en el hocico del animal, del que brotó una cascada de sangre negra. El dragón bramó enfurecido.
El golpe fue certero, pero letal para Sturm.
El Señor del Dragón empuñó la lanza, brillando su punta bajo los nacientes rayos solares. Se inclinó entonces hacia adelante y embistió. El acero traspasó armadura, carne y hueso.
La luz del caballero se extinguió, su sol se ensombreció”.
Y este es el poder de las acciones. En este fragmento de las extensas Crónicas de la Dragonlance, Sturm decide enfrentar una muerte segura; persiste y muere. Sturm es más Sturm que nunca en su muerte, haciendo una cosa: seguir su código; y no haciendo otra: romperlo. Un personaje redondo con un final redondo.
Ahora pasemos a utilizar a nuestro personaje para escribir un pequeño fragmento en el que mediante la acción se muestre tal como es sin necesidad de darlo todo mascado, podéis practicar escribiendo también vosotros alguno. El mío es este:
“Con la conversación que escuchó por la tarde aún en mente, entra en la cocina. Está vacía. El cocinero se va siempre entre tres cuartos de hora y una hora después de cerrar, los camareros algo antes, y el señor Lee aprovecha ese momento para cenar con su familia en el restaurante. Los Lee preparan siempre la mesa de manera que no falte nada y solo se levanten todos una vez terminada la comida: costumbre familiar que no le pasa desapercibida a Marcos. Contando con ello, calcula que dispone de unos quince minutos para buscar algún indicio sobre lo que su jefe hace en el restaurante; decide no exceder de cinco. Cuando su casio marca 3:55 encuentra una libreta con anotaciones en chino y sumas de números de cinco cifras seguidas del símbolo del euro. Suma rápido y apunta todo lo que puede en otro papel. 4:57. Deja como puede su mono de repartidor y se va. Definitivamente eso no se gana vendiendo pollo Kung pao.”
Teniendo en cuenta el perfil de nuestro personaje he intentado plasmar en sus acciones algunos de sus rasgos. Su capacidad para ser observador se refleja en el conocimiento que tiene de los hábitos de sus compañeros de trabajo y su jefe. Su talento con los números en la rapidez con la que termina de anotar y calcular y en como mide los tiempos. Y su determinación en su falta de duda a la hora de buscar.
Habla: Los diálogos son quizá la segunda mejor forma de mostrar como es el personaje. Tanto por lo que dice (y omite) como por cómo lo dice. La forma de hablar de alguien siempre es muy reveladora. Puede ir de las austeras frases cortas a la pedantería grandilocuente, pasando por la torpeza más suprema o la afilada lengua de serpiente de quien tiene el don del sarcasmo.
Os pondré un pequeño ejemplo de El retorno de los dragones, de Margaret Weis y Tracy Hickman:
“—¡Sturm! —dijo Tanis apresurándole—. ¡Vamos! ¡Tenemos que salir de aquí!
—¿Salir corriendo? —El caballero parecía sorprendido—. ¿Huir de esta gentuza?
—Si. —Tanis se detuvo; el código de honor del Caballero le prohibía huir del peligro. Necesitaba convencerlo—. Sturm, ese hombre es un fanático de la religión. Probablemente nos quemará en la hoguera. Y… —de pronto se le ocurrió una idea—: hay una dama a la que debemos proteger.
—Ah, por supuesto, la dama —Sturm se levantó al momento y se acercó a la mujer— Señora, aquí estoy para serviros —hizo una reverencia; nada en el mundo conseguía turbar su cortesía—.”
En este ejemplo queda muy claro, tanto lo avispado que es Tanis, como lo inflexible y fiel a su código que es Sturm. Quizá sin la aclaración “—de pronto se le ocurrió una idea—“ o con otra algo más sutil, hubiera sido un ejemplo aún mejor.
Intentemos ahora uno con nuestro repartidor. Ahí os dejo el mío:
“—¿Marcos, estaba tú bien aye?
—Mmm… sí, sí señor Lee… Yo, ehm…
—Siempre tú va antes, estudia mucho, mucho. Tu ropa, no doblada.
—Sí, disculpe Señor Lee. Ayer decidí coger algo de comer, yo…
—Sí, sí, tú sabe; poder cenar yo te lo digo. Pero extrañé, tu siempre ir rápido. Estudia mucho, eso bueno. Mijo podría aprende.
—Gracias Señor Lee. Me llevé algo de comida para no perder tiempo preparándola mientras estudiaba. Yo… el mono, lo dejé mal colgado por las prisas.
—Da igua, tú trabaja por do. Todo bien si tú está bien.»
Ya que el hipotético personaje principal de nuestra historia sería Marcos el repartidor, he intentado adaptar la forma de hablar de Lee a como él la entiende con su peculiar acento (perdón si ha quedado algo caricaturizado, pero lo importante era que la idea quedara clara). Por otra parte, he intentado dejar patente en la forma de hablar de Marcos su poca solvencia para mentir, cosa que por otra parte no necesita en exceso ya que queda bastante claro que Lee le tiene cierto aprecio y es hasta cierto punto un tipo “legal”, al margen de lo que se traiga entre manos. ¿Habéis deducido algo similar al leerlo? Si es así ha sido un buen ejercicio.
Apariencia: Hay algo de especial, nos presenta a algo que a todos atrae, en poder descifrar cómo es una persona por su apariencia. La apariencia es algo más complejo que el simple físico; también su forma de vestir, su expresión facial, su forma de caminar. Hay una traslación del personaje de lo puramente físico a lo esencial cuando en lugar de describir un ojo describimos una mirada, cuando en lugar de unas piernas o unas caderas describimos una forma de andar; de presentarse y enfrentarse al mundo, de retarlo. Es por esto que podemos tanto decir como mostrar dependiendo de cómo plasmemos la apariencia de nuestros personajes en el papel.
Os pondré un ejemplo que me gusta especialmente; en él, William Faulkner nos presenta a un personaje sumamente turbador de su novela Santuario, el infame Popeye:
“Frente a él, al otro lado del manantial, de hallaba un hombre de estatura por debajo de lo normal, con las manos en los bolsillos de la chaqueta, y un cigarrillo sesgado, que formaba un ángulo agudo con su barbilla. Llevaba un traje negro, con la chaqueta, de talle alto, muy ajustada. Se había remangado los pantalones con una sola vuelta y estaban manchados de barro; lo mismo les sucedía a los zapatos. Su rostro presentaba un extraño color exangüe, como iluminado por una luz eléctrica; enmarcado por aquel soleado silencio, con el sombrero ladeado y los brazos levemente separados del cuerpo, tenía esa desagradable falta de profundidad de la hojalata en relieve.”
¿Podéis notarlo? Con una descripción, Faulkner es ya capaz de dejarnos patente que el tipo en cuestión no es de fiar, nos lo transmite con facilidad; con la que solo los grandes maestros saben.
Intentaré a continuación plasmar la apariencia de nuestro repartidor de una forma medianamente digna, teniendo en cuenta transmitir las cosas que hemos convenido de él hasta ahora:
“La chica envuelve la figura del repartidor con su mirada de papel de platina, homenajeando en la espera al perro de Pavlov. Pollo al limón, piensa, pollo al limón, saliva. No es la primera vez que pide a “La muralla de Lee”, pero no reconoce al repartidor. Este, a diferencia de otros, tiene su mono solo arrugado por líneas que forman los cuadros propios de las dobleces; lo que le hace parecer un cubo de Rubik monocolor. Avanza a buen ritmo pero sin prisa hacia el portal; es él quien lleva la comida y no la comida a él, su columna parece no haber olvidado el significado del término “verticalidad”. Al observarlo bajo el halógeno del portal se alegra de vivir en un bajo y poder chismorrear antes de abrir la puerta: su corte de pelo y barba son sencillos pero efectivos, acompañan perfectamente sus rasgos marcados y simétricos. Suena el automático. Paula tiene hambre y hambre.”
He intentado trasladar en la descripción de Marcos algunos rasgos que habíamos acordado: bien parecido, decidido (aunque no especialmente hábil en las relaciones sociales; recordemos que en la escena aún no está hablando con la chica), las dobleces de su mono de trabajo también vienen a decirnos que es un tipo ordenado que usualmente ordena y cuida sus cosas. De alguna forma intento transmitir su sentido de la responsabilidad ¿Qué os parece a vosotros? Intentadlo.
Pensamiento: La última forma es el pensamiento. En este sentido el lenguaje escrito, la ficción, se separa bastante del audiovisual, en el que queda suele quedar más forzado. Es una herramienta que debemos aprender a manejar. Su importancia dependerá de en qué persona narremos y del grado en que queramos decir o mostrar cómo son los personajes. Por ejemplo, una narración en primera persona en la que el protagonista sea muy sincero con él mismo y sus pensamientos tengan un peso importante seguramente termine diciendo más que mostrando (lo cual no es necesariamente malo). Si narramos, por ejemplo, en tercera persona desde el punto de vista de un único personaje, protagonista o testigo, el factor pensamiento será de menor personaje y deberemos tener más cuidado con él para no equivocarnos de persona narrativa.
Os dejo un ejemplo de una reflexión del protagonista de Nosotros, de Yevgueni Zamiatin:
“Dicen que hay flores que florecen solo una vez cada cien años. ¿Por qué no suponer la existencia de otras que florecen solo una vez en mil años? Nosotros podríamos no saber nada de ellas hasta el día de hoy, pues el día de hoy sería ese que pasa “cada mil años”.”
¿Qué hay más personal y revelador sobre una persona que una reflexión suya? En el caso de los personajes también es. Zamiatin utiliza el recurso constantemente en Nosotros para mostrarnos la evolución de D-503. Como habéis podido ver la narración estaba en primera persona.
A continuación voy a intentar utilizar el pensamiento de nuestro repartidor en tercera persona para poder plasmar algunas cosas sobre él:
“Marcos volvió a repasar las cifras, la traducción en los márgenes del cuadriculado. Volvió a enfocar el flexo sobre el papel y enmarcó la cifra final en un rectángulo imaginario creado por sus índices. No puede ser, pensó. No puede manejar tantos kilos de polvo a no ser que disponga de otro sitio para hacerlo. Entonces recordó al Señor Lee mencionar una nave en el extrarradio, una que un familiar utilizaba para almacenar material para varios ultramarinos chinos. Si es así es una red muy grande, no es un simple intermediario. Si decido dar otro paso debe ser muy bien pensado. Cogió una bata para abrigarse, volvió a enmarcar la cifra total y apagó el flexo. Por hoy está bien, concluyó.”
¿Qué os parece? ¿Os animáis e intentáis hacer lo mismo?, ya sea con nuestro repartidor o el personaje que queráis seguro que os sirve el ejercicio.
Esto es todo por ahora. Espero que esta tercera entrega os haya resultado interesante y os arroje algo de luz a la hora de abordar vuestra labor. Un placer. Buenos días, buenas tardes, y buenas noches.