La naranja mecánica.- Anthony Burgess

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Sinceramente no tengo muy claro por donde empezar, ya que se puede hablar largo y tendido de muchos aspectos de La Naranja Mecánica, y eso solo puede suponer algo evidente, es una muy buena obra.
Si bien estoy de acuerdo con la opinión de Anthony Burgess en la que expresó que su novela hubiera quedado en el ostracismo de no haber sido por la versión cinematográfica de Kubrick, creo que es justo matizar que esto se debería exclusivamente al enorme peso que tenía el director estadounidense; o sea, mérito del cineasta, sí, pero no demérito del novelista.
Cabe decir que la tirada inglesa (y mundial) difieren, tanto de la versión censurada americana como de la película (que bebe de esta), en un último capítulo que cambia de una manera esencial el mensaje de la historia. Mientras que la inclusión de este último capítulo da validez a un mensaje de cambio y progresión en la ética y moral del ser humano a lo largo de su vida, la omisión del mismo nos deja con una visión más estática del ser humano en lo concerniente a su concepción del bien y el mal: esto es, el bueno nace bueno y el malo nace malo, y, tal como nacen, mueren. Si bien cabrían otras interpretaciones menos contrapuestas, lo que si es irrebatible es que este último capítulo da una vuelta de tuerca que hace ver con más perspectiva lo que se nos ha ido narrando en los anteriores veinte. Así que, mientras en la obra original de Burgess nos queda la sensación de evolución del personaje y una mínima empatía con el sufrimiento de Alex, en la película el mensaje es algo más plano y Alex queda reducido a un monstruo insalvable. Resulta llamativo como un solo capítulo puede afectar tanto la esencia de una novela; pensad lo que supone este capítulo, por ejemplo, en el mensaje que se transmite en relación a la función que ejercen las cárceles: ¿castigo o reinserción?
Del estilo de Burgess me quedo sobre todo con su capacidad para hacer único a “Vuestro humilde narrador”. La voz de Alex narrando sus vivencias en primera persona está tan trabajada que nos termina resultando indistinguible. Son muchos detalles: el uso del Nadsat, las constantes repeticiones de palabras en grupos de 3 o 4, el uso frecuente de onomatopeyas, el como se refiere a él mismo como el narrador de su historia, ese toque pedante y sociópata. Sin duda lo mejor.
El Nadsat también ayuda a mantener esa ambientación un tanto distópica (sobre todo para la época del libro), así como las peculiares vestimentas que son descritas y el elevado índice de ultraviolencia. Si le tengo que poner un pero lo tengo claro: resulta algo farragoso tener que estar acudiendo al glosario.
Me estoy alargando demasiado, y prefiero dejar reseñas más extensas para mi futura web. En resumen, es una de esas historias con mucho material para reflexionar.

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